Dedicado a P…
Hace un suspiro que te fuiste y aunque parece imposible muchas cosas han cambiado, el mundo parece no enterarse de ello, girando como un perro que persigue su propia cola.
Nuestro bar de ayer aún enciende sus luces, fulgores de música y voces abigarradas. La misma esquina, la misma mesa, solo que hoy la ocupan rostros extraños. A veces nos imagino a los cuatro sentados, y ocupo mi lugar entre las tres sillas que la vida dejó vacías. Las que al pasar me recuerdan: “que ustedes ya se mudaron al otro vecindario”.
Aquella noche no dormí, fue extraño, tu nombre flotaba en el aire de la habitación. Por la mañana, recibí el llamado, el que explicaba que ya no viviríamos bajo el mismo cielo. Respirar se volvió un desgarro espeso, que se coló bajo la piel y se adhirió a mis huesos. Me perdí durante horas, acorralado y apuñalado por las sombras de recuerdos felices. Hasta que volvió a amanecer bajo una lluvia sin sol que duró todo el día, un aguacero que nació de mi alma y logró empapar a la ciudad entera. Jamás imaginé esta realidad absurda y repentina, quisiera que todo fuera una de tus bromas. Perdoname, es que por momentos creo que te vas a aparecer, así, como si nada. Pero ya sé que eso no es posible, aunque mi corazón no necesita ojos para seguir viendo tu imagen. Dejar caer los párpados por un instante, solo eso me hace falta, para tenerte frente a mí. Atar los cordones de mis All Star rojas, levantar la vista y encontrarte ahí mascando chicle, los dos con veinte años, dispuestos a explorar el mundo, solo armados con una sonrisa y un puñado de sueños compartidos.
Clara te llora cada día y cada noche; me regaló ropa tuya que no pienso ir a buscar, pues aún no estoy listo para esconder tu ausencia bajo un abrigo que lleve tu nombre.
Tu retoño se siente perdido, me pregunta por ti, quiere saberlo todo. Me llama tío, soy lo más parecido a vos que le queda en este mundo, dice. Le conté sobre aquel viaje que hicimos de mochileros, ¿recordás? Y está armando un mapa para seguir nuestros mismos pasos… tus pasos. Le dije que siempre creíste en mí hasta cuando yo mismo no lograba hacerlo. Que estuviste a mi lado cuando todos los demás me dejaron solo.
Si pudiera visitarte allí, volver a ver a los muchachos, armar nuevamente equipo contigo para una mano de truco. Todavía seguimos invictos, espero que a los otros dos no se les olvide. Deciles que habrá revancha, que solo vengo algo demorado.
Y como siempre, los que pierdan pagarán las birras.
© 2024 Pablo Alejandro Pedraza
Buenos Aires, Argentina
Todos los derechos reservados