LO APRENDÍ DEL SOL Y LA LLUVIA

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A mi hija.

La lluvia me suele gustar cuando tengo que quedarme en casa. Café, buena música, suave, un libro nuevo que descubrir y mi libreta de notas a la mano. Pero de niño esperaba a que parara de llover y corría a la calle, abrazado a toda una flota de barquitos de papel que decoraba con mis mejores acuarelas y mucho empeño.

Los hacía soltar amarras en el sitio más alejado de los alcantarillados. Los miraba competir en los rápidos que formaban el agua y los restos de hojarasca, que modificaban la velocidad y la intensidad del caudal en distintas partes del recorrido. Y los perseguía por la vereda costeando el cordón, sin importarme ni uno solo de los charcos que hubiese en mi camino. Allí, pendiente por si alguno de los botes quedaba encallado y enseguida los regresaba al cauce normal de aquella corriente que imaginaba como un río indómito. Ya no soy ese niño, aunque cada tanto se deja ver para recordarme el valor de la simpleza.

Pero también hubo una época de mi vida, de adolescencia, en que solamente quería días soleados. Me había olvidado que de pequeño fui Capitán de tormenta, al mando de aquellos barcos de papel.


Luego, con los años, al fin comprendí algunas cosas.


Y ahora, ya no bailo la danza de la lluvia esperando un aguacero para que cuando se detenga, usando la página de un viejo poema, pueda salir a navegar junto al cordón de la vereda. Tampoco espero poder atrapar el sol y atarlo al techo de la casa para que así brille durante todo el año. Solo tomo lo que me regala el clima en cada estación y lo disfruto al máximo.



© 2021 Pablo Alejandro Pedraza

Buenos Aires, Argentina






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2 comentarios

  1. Precioso instante nos regala la naturaleza con ella. Y cuántas emociones es capaz de acompañar. Muy bello texto

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