LA RARA (tercera entrega)

2

© 2018 Pablo Alejandro Pedraza
Buenos Aires, Argentina


Después de varias horas de interminable espera, el doctor Leguizamón se hizo presente y preguntó por los padres del pequeño. No era portador de buenas noticias y aunque él y su equipo habían hecho todo lo posible, el escenario que les expuso a los padres fue devastador. Y cerró diciéndoles:
—Solo queda esperar. En este momento, su hijo, está en manos de Dios.

La noticia se propagó rápidamente por la villa. El niño estaba en coma y su estado era crítico.

Los pobladores acongojados se mostraron solidarios con la pareja que intentaba sobrellevar tan terrible infortunio. Les acercaron unas mantas, agua, y algo de comida. Las autoridades del pueblo pusieron a disposición un cuarto cercano, anexo al municipio. De todas maneras, los padres, aunque agradecidos, prefirieron quedarse en el hospital cerca de su hijo a la espera de novedades.

Antes de caer el sol, el pueblo se reunió en la puerta de la antigua capilla. En cadena de oración pidieron por la salud de Gabriel, portando velas que acompañaron sus rezos hasta entrada la noche. Por una ventana contigua a la sala de espera, Juan José, observaba la procesión con cierto asombro. El hombre se estremeció ante el paso de aquellas desconocidas voluntades que iluminaban, con la esperanza de sus candelas, esa noche tan oscura para su familia. Sin embargo, todo aquello no generaba emoción alguna en María. Los estigmas por el sufrimiento de hechos pasados albergaban en ella una creencia muy marcada. No compartía los pedidos en reverencia ante un Dios que jamás la había ayudado en el pasado. Pensaba que, el estar allí, era una verdadera pérdida de tiempo.

Pasadas las largas horas de oscuridad, la pareja amaneció en el centro asistencial de cara a un segundo día que no revirtió cambios en la condición del niño.

Luego de su ronda matutina, el doctor Leguizamón, se reunió con los padres para así explicarles el parte médico. En él se relataba sin tapujos el severo cuadro al que se enfrentaban. El léxico implementado por el médico resultó complejo y hasta confuso para los ya aturdidos campesinos. Sin embargo, comprendieron que la situación era delicada y de existir alguna posibilidad de recuperación, esta sería lenta.

Leguizamón advirtió que las primeras setenta y dos horas serían cruciales para evaluar la respuesta de Gabriel a las maniobras y medicamentos suministrados.

Ante este panorama, Juan José entendió que no podía dilatar más su regreso al campo. Los humildes cultivos y el puñado de animales que poseían, requerían de cuidados.

—Es inevitable —le aseguró a su mujer.

Fue así que, al llegar la tarde, el hombre emprendió su regreso al terruño. Le dejó el poco dinero que traía en sus bolsillos y ambos se lamentaron por tener que separarse.

—Regresaré lo antes posible —dijo al abrazarla, y con una ternura inusual en él, la besó en la frente y le encomendó que velara por su hijo.

En la granja de los Vera, Pelusa, pasaba la totalidad del día tirado sobre la cama de Gabriel. Si bien llevaba veinticuatro horas sin consumir alimentos, su estado de ánimo parecía más relacionado con la tristeza que a ese instinto básico de supervivencia.

Cada tanto salía de su letargo y abandonaba la litera para hacer una ronda por la propiedad buscando señales de los suyos. En esas ocasiones aprovechaba a tomar agua del abrevadero preparado para los caballos. Pero en breve su suerte cambiaría, con la inminente llegada de su amo.

Las comunicaciones telefónicas de la pareja eran frecuentes y las novedades de ambos lados resultaban poco alentadoras. Juan José debió enfrentar un período de dificultades en el campo, quedando alejado de su familia. Y la idea de utilizar el automóvil para ir y venir a diario, jamás se concretó.

La campesina pronto se sintió desconsolada y Jacinta La Rara lo percibió. Un día, la anciana, la tomó por el brazo y la sacó de la sala de espera hasta la calle. Se dirigieron a un parque lindero, para sentarse sobre el tronco de un viejo árbol abatido. Y allí fue que María, se desahogó. Esa fue la primera de muchas reuniones que ambas mujeres tuvieron en ese mismo sitio, casi como un ritual cada tarde. El fragor de aquellas charlas las conservó mentalmente activas, y el vínculo entre ellas se fortaleció. De a poco, el creyente corazón de Jacinta comenzó a iluminar en María un ensayo de fe, que la campesina creía perdido y que anteriormente le hubiese resultado impensado. Y así, La Rara, se convirtió poco a poco en el apoyo menos esperado por María.


Habían pasado unos veinte días, cuando el Doctor Leguizamón se acercó hasta la habitación del pequeño buscando a su madre:

—Señora Vera, la medicación que sostenía a su hijo en estado comatoso ya se ha reducido por completo, podemos decir que se encuentra estable y que algunos parámetros han mejorado —aseguró Leguizamón como dato alentador, y agregó—: Sin embargo, Gabriel, no reacciona a ninguno de los estímulos que le hemos aplicado. Consideramos que todos los factores están dados para que el chiquito despierte. Pero debe comprender que el cerebro humano es un gran misterio y por el momento desconocemos las causas por las que su hijo continúa en estado de inconsciencia. Muchos de estos casos se resuelven satisfactoriamente, pero también existe la posibilidad de que no llegara a despertar…

—¡Dios no quiera! —exclamó Jacinta, interrumpiendo al facultativo—. E’ un crío sanito sanito, va a salir adelante, ¿verdad Doctor?

—Sí, señora, pero no podemos descartar ningún escenario posible.

—Entonces, ¿no hay nada más que se pueda hacer para que despierte? —preguntó María, sin aceptar la idea de convertirse en un testigo pasivo de la tragedia de su hijo.

—Por el momento hay que esperar. Debe mantenerse calma y pasar el tiempo que pueda con él. Estimúlelo con charlas, léale un libro, pero no lo sobreexcite, todo debe ser con mesura. Ahora debo retirarme, tengo una cirugía en la Capital. Si necesita algo lo habla con la enfermera y la médica de guardia.

Y sin más, Leguizamón, se perdió con rapidez por el pasillo dejando a las mujeres acongojadas.


Seguir leyendo 👉 CAPÍTULO 4




¡Sí te ha gustado, compartelo!

2 comentarios

  1. La muerte aún se mantiene cerca... pero la esperanza sigue viva. Continúo.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Así es, María… gracias por pasar, leer y comentar! Cariños!

      Borrar
Invitame un café en cafecito.app