MALA ESCRITURA

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Hace unos días observaba con sorpresa como la mala escritura que plaga las redes ha llegado al papel, de la mano de libros muy publicitados y poco cuidados, de todo tipo de editoriales, inclusive las de primera línea.

Apenas comencé con la lectura, me encontré rodeado de redundancias, de ronquidos perezosos de los lugares comunes, de todo tipo de adverbios y gerundios que acudieron a la cita en un tropel lastimoso. La realidad es que esto parece el inicio de una tendencia que se encamina a profundizarse, por más que me pese.

Fue entonces cuando me pregunté: ¿quién debería velar por la escritura? ¿Tal vez la RAE?, ¿o deberíamos ser todos?, debo decir que estoy convencido de que es lo último.

Para mí la RAE es lo que yo considero “un mal necesario”, aunque mal al fin. Quienes en los últimos años han sumado más confusiones que certezas y generado ambigüedades lingüísticas difíciles de apoyar.

La RAE es algo así como el Vaticano, y los escritores son los párrocos de los pueblos, los que viven y respiran las letras y las palabras desde las trincheras de la vida palpable y cotidiana.

Escribir, aunque parezca un arte en algunos aspectos, no deja de ser un oficio, y como tal, toma licencias, modismos y sentires propios de quien escribe. Y eso está muy bien que suceda, por el simple hecho de tratarse de una expresión humana. Además, no baila al ritmo de la RAE, aunque sean ellos quienes ponen la música.

A los gerundios la mayoría les escapa, pues son de difícil aplicación… Y no conozco a nadie, que por una cosa u otra, no termine tropezando en algún momento con sus sutiles sentidos.

Los adverbios, necesarios y parte de nuestra escritura, se aplican en el 98 % de los casos que no estén relacionados con narrativa poética o el arte de contar historias que deslumbren. En todo lo demás: ensayos, notas, entrevistas, artículos periodísticos, se utiliza casi hasta el abuso, sin culpa ni remordimiento, amparados en la constante pérdida de paladar del buen decir literario, que avanza desde hace décadas.

Como conclusión, podría deslizar una frase breve, aunque tal vez de dudosa valía, en la cual, la escritura como tal al ser personal lo acepta todo, si es a favor de expresar con mayor precisión lo que se intenta decir. En lo particular, yo, escapo de ciertas cosas, en especial de los adverbios y gerundios, y por momentos también de aquellos señores que imponen la norma. Claro que, para quebrantar reglas literarias y lingüísticas, primero hay que conocer muy bien lo que se intenta transgredir, algo nada sencillo, ya que el universo de las letras es prácticamente interminable y va mutando en el tiempo.

Así, uno podría terminar escribiendo sandeces a cada paso, si nos dejamos ganar por la rebeldía del absurdo.


© 2024 Pablo Alejandro Pedraza
 Buenos Aires, Argentina
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4 comentarios

  1. Coincido completamente contigo. Me parece una nota excelente, un tema que ya es tiempo de debatir. Además el título no engaña, como veo mucho en internet. Sigue así!!!

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  2. Una realidad que va en aumento. Gran entrada. Salu2

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    1. Es lamentable, pero yo también creo que es así. Muchas gracias por pasar, leer y comentar. Saludos!!

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