Recorro la superficie buscando una grieta, me dejo caer hasta el filo que casi roza el suelo, pero nada se astilla, nada se rompe, nada se escapa. He atravesado el espejo y tengo que aceptar que me he vuelto una parte inseparable de él, invisible a la vista, fuera de toda realidad humana.
Ahora ella está aquí, frente a mí, ignorante de todo, luciendo la mejor ropa, moviendo su largo pelo de un lado a otro, buscando sin descanso ese perfil que cree favorecerle ante los demás. Hipnóticos, ausentes del mundo, perdidos en sí mismos, sus ojos ególatras recorren cada línea y cada pliegue, admirando el contorno y los detalles de su feminidad; en ese pequeño espacio brillante que le concede el exacto reflejo de quien cree ser. Ella graba en sus retinas aquella visión altiva que le regresa el espejo, solo para recordar durante el día lo perfecta que luce, para saber que verán los demás al contemplarla, para llenarse con ese éxtasis que le provoca el interés de la mirada ajena.
Luego, toma el abrigo y se aleja, sin percatarse de que me deja atrás, atrapada dentro del objeto donde su vanidad se regodea cada día. Y aún no entiendo como puede irse sin mí, como puede andar por el mundo sin su humanidad.
© 2025 Pablo Alejandro Pedraza
Buenos Aires, Argentina
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Excelente cuento y excelente temática, muy actual. Escribís demasiado bien, me quedé atrapada desde la primera palabra y no pude soltar hasta el final. Te felicito! Me encanta leerte. Lorena.
ResponderBorrarHola, Lorena, qué lindo comentario, muchísimas gracias. Feliz de que te haya gustado. Te invito a seguir el blog y sumarte a este sueño en letras. Cariños!
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